Vendedores de humo

En 2012, Marta Muñoz fundó junto con Pablo Sactacana, el colectivo Vendedores de Humo. Enfocado en un principio a la producción en papel, pasa en seguida a funcionar como una plataforma para desarrollar proyectos artísticos que surgían a partir de su trabajo con la imagen, entendida como un elemento capaz de construir identidades y darles forma.

Es en esta línea en la que han estado trabajando en los tres últimos proyectos:

En Tropicastizo o paraíso ficcionado de cursilería tropical (El Ranchito Brasil), partieron de lo tropical como término construido desde el discurso hegemónico para describir la riqueza cultural de todo un territorio, quedando ésta reducida a una imagen homogénea y difusa. Un imaginario basado en modelos folclóricos y tradicionales deformados y mediatizados. El proyecto se centraba en el desplazamiento como elemento necesario para la producción, el consumo y la reproducción de modelos identitários.

Basándose en la figura del cursi, cuyo término tiene su origen en el s.XIX para hacer referencia a «un andaluz desplazado hasta la corte de Madrid que, al tratar de disimular su condición de advenedizo, cae en el más espantoso ridículo»,  resaltaban que, unido a ese desarraigo, se encuentra ligado el sentimiento de pertenencia. Asumiendo ellos el rol de sujetos desplazados, reprodujeron una realidad a partir de elementos artificialmente construidos.

 

En el siguiente trabajo PHEstudios: Imagen no disponible (un proyecto de Selina Blasco y Emilia García Romeau en colaboración con PHE), analizamos la presencia latinoamericana en ciertos barrios de la capital a través de la gráfica utilizada en restaurantes, comercios, carteles de conciertos, etc. Relacionándola con la visibilización de estas comunidades en el espacio público, abordamos así el mismo tema desde la óptica opuesta ya que, en este caso, nosotros participábamos inevitablemente del discurso hegemónico.

En Fiesta Remixada Popular (un proyecto para Madrid Activa) partimos de considerar las fiestas populares como un elemento fundamental para la conformación de sus habitantes como comunidad, un lugar de conmemoración del pasado compartido. Entendiendo el proyecto como un mecanismo de visibilización de la desconexión con el espacio que se habita, buscábamos reflexionar sobre el derecho de un barrio de configurar su propia identidad, de inventar su historia. Mezclamos la memoria oficial y las subjetividades en una narración colectiva que se utilizó como soporte para la constitución de un imaginario que desplegamos en una coreografía lúdica por el espacio público. En este último proyecto, aún en curso, quisimos incorporarnos como elemento activo, pasando a analizar las imágenes que nos configuran, aquellas que definen identidades que nos son propias; en un intento de mantener abierta la pregunta acerca de nuestro posicionamiento en el análisis de la construcción, reproducción y consumo de identidades.